Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Jorge Luis Borges
Peón al fondo, sólo avanzó ¿seis escaques?, pero ha pasado mucho, el campo despide el hedor de la muerte. El peón ha llegado al fondo, pero no a su fin, y detrás de él, hay sangre.
Peón al fondo. Transmutado. Renacido.
Los movimientos son ilimitados, pero las opciones son pocas. Dama, Torre, Caballo o Alfil, no hay más. No hay Rey ni cambio de bando. En este mundo siempre se es un peón sin importar quién sea ahora esa pieza coronada, o quiénes seamos nosotros cuando hayamos atravesado el campo de batalla. Una mano invisible nos domina y nos obliga a matar, porque eso es el ajedrez, es muerte. El ajedrez es un arte, el arte de la destrucción y no hay más.
Peón al fondo, peón coronado que regresa al campo de batalla pretendiendo ser otro, más sigue siendo el mismo ser miserable y asesino de la segunda línea, que regresa una y otra vez a los exquisitos campos de vida en los que ahora la muerte crece bajo un cielo apretado de claroscuros.
Las piezas de ajedrez avanzan lentamente con una soga atada al cuello, y su muerte, imprecisa, llegará en cuanto la invisible mano que las mueve, quizá la mano dios, o la de un dios detrás de dios, las traicione haciendo tirar del otro extremo de la soga.
Las piezas son mudas, pero la torpeza de sus infinitos movimientos dice mucho de quien las mueve. Ambos ejércitos están condicionados, incluso el Rey, quien es peón de su dueño.
Como peones soñamos con llegar al fondo, con ser otros, pero sólo soñamos. En apariencia somos algo, desnudos somos polvo. Polvo no enterrado, polvo que vuela en el aire buscando el sueño perdido y que termina en una caja, en una caja que nos hace iguales, pues bajo la hoz de la muerte los reyes, como los peones, no existen.
Peón al fondo, peón transmutado en Dama, peón de polvo. Nada.
Miguel Ángel Martínez Barradas
13 de Mayo de 2009
Publicado en: peonalfondo.blogspot.com/
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